Por: Asmara Tovilla
Especialista en temas religiosos
A más de uno debió de sorprender
la noticia de la inesperada renuncia de S.S. Benedicto XVI, después de un
pontificado de casi 8 años en el que dio más de una sorpresa al mundo. Electo
después de la muerte de Juan Pablo II, Joseph Ratzinger ha sido uno de los
teólogos más controversiales, pues en sus funciones como titular de la
Congregación de la Doctrina de la Fe, fue el responsable de emitir muchas de
las opiniones que la iglesia emite sobre todos los temas presentes, y todo lo
que el mundo vive. Cuando salió al balcón y se proclamó el “Habemus Papam..”
muchos se sorprendieron con la edad del nuevo pontífice, pues según las reglas
de la constitución “Universi Dominus Gregis” que contiene las directrices a
seguir para elegir al nuevo papa, el cardenal Joseph Ratzinger estaba en la
edad límite para ser elegido, además de que él era el Decano del Colegio
Cardenalicio, lo que significaba que él mismo dirigió el cónclave, lo que no
significa que haya de alguna manera influenciado la votación. Mucho se cuestionó la decisión del cónclave
pues en su momento se nombraron algunos otros papables más jóvenes y cuyo
perfil era distinto al del cardenal alemán, pues Joseph Ratzinger siempre ocupó
un lugar de bajo perfil en las filas del vaticano a pesar de ser íntimo amigo
del papa Juan Pablo II. Con la fumatta
blanca el mundo se detuvo un instante a observar una chimenea, en donde se
anunciaba al nuevo Vicario de Cristo, Benedicto XVI, cuando se le preguntó el
porqué del nombre éste habló de sentirse con la misma responsabilidad en sus
hombros que su antecesor Benedicto XV, papa de la guerra, con la
responsabilidad de guiar al mundo y a la barca de la iglesia ante tiempos
inciertos en los que muchos todavía voltean los ojos a Roma buscando una
respuesta a sus dudas y esperanza a sus problemas.
En seguida comenzaron las
comparaciones pues Juan Pablo II era del todo carismático, este papa es más
serio; el papa polaco, denominado el
papa peregrino, el buen papa, además con un pontificado muy largo en el que muchas generaciones no
conocieron a un papa distinto, pues crecieron con él, con sus continuas visitas
a nuestro país en el que lo sentíamos como el “papa mexicano”, un papa que
después fue decayendo poco a poco ante los ojos del mundo, un papa debilitado
ante la enfermedad y al que más de una voz preguntó el porqué no renunciar
cuando el parkinson ya lo debilitaba visiblemente, la renuncia nunca llegó pues
hasta el final Juan Pablo II decidió seguir adelante y mostrar con su dolor el
máximo sacrificio que se puede hacer, el sacrificio de amor así siguió con su
ministerio , apoyado en mucho por el
cardenal Joseph Ratzinger en discursos, orientaciones, y demás textos que el
papa como cabeza de la iglesia emite. El nuevo papa Ratzinger se presentaba al
mundo con una sonrisa tímida y el mundo temió por su seriedad y apariencia más
bien fría que en mucho caracteriza a los teutónicos. La edad fue otro aspecto
que muchos destacaron pues cuando inició su pontificado Juan Pablo II, era
un papa aún joven, se le podía ver
esquiando, haciendo deportes, etc. El nuevo papa era ya un hombre mayor.
En cuanto a sus acciones se pensó
que quizás la elección de este papa se debía a querer seguir con la línea que
llevaba Juan Pablo II dirigiendo la iglesia, sin embargo al poco tiempo esto
cambió pues Benedicto XVI tomó muchas decisiones marcaron su pontificado ya no
como continuidad sino como algo distinto de lo que la iglesia vivió como Juan
Pablo II, pues cuando el papa polaco asumió el cargo del Vicario de Cristo, la
iglesia vivía un auge, una renovación basada en el Concilio Vaticano II que
aseguró y recordó el mandato misionero de la iglesia, renovando el compromiso
misionero no sólo de los miembros de la iglesia institucional sino también de
los laicos, la iglesia se volcó nuevamente al hombre, salió de los claustros y
se fue a seguir a su fundador en los países donde más se le necesitaba, las
misiones sufrieron un auge impresionante, la iglesia rejuveneció, los
movimientos de jóvenes y de laicos surgieron, florecieron las vocaciones en el
mundo, en fin; Juan Pablo II recibió una iglesia ávida por dirección y deseosa
de ésta; Benedicto XVI recibió una iglesia herida profundamente pos escándalos
de sus miembros y cada vez más cuestionada en sus prácticas y en su razón de
ser, un mundo que cada vez menos quiere a Dios en su vida a pesar de que cada
vez lo necesita más, un mundo en el que la espiritualidad se busca en otros
espacios, y en que la vida es demasiado vertiginosa y libre para hacer espacio
a la conciencia y a la guía divina.
Sus acciones fueron siempre
controvertidas, pero ante todo fueron lo que la iglesia necesitaba, entre ellas
destaco algunas que me parecen de gran importancia como el abrir y ordenar
investigaciones sobre las denuncias de
pederastía que han herido profundamente a la iglesia, tomó acciones
disciplinarias en contra de los sacerdotes acusados, se reunió en más de una
ocasión con las víctimas brindando consuelo y ayuda; abrió espacios en distintas oficinas del
vaticano a laicos; reemplazo a algunos funcionarios del Opus Dei que Juan Pablo
II había encumbrado y en su lugar puso a jesuitas que por mucho son conocidos
por ser una orden de hombres inteligentes, modernos y ante todo sensibles a las
necesidades del mundo, habló de temas que no había tocado su intercesión y lo
hizo claramente, habló de las guerras, del sida, del uso del condón en países
agraviados por la pobreza como medio no de control de natalidad, pero sí como
medio preventivo de enfermedades;
promovió el uso de la lengua oficial del vaticano, el latín para algunas
misas no como medida de retroceso, sino como forma de evangelizar
universalmente y acercar al pueblo al misterio divino contenido no sólo en
acciones sino también en palabras. Realizó viajes, no tantos como su antecesor,
pero si importantes, en los que sus encuentros con la población de los
distintos países que visitó dejaron una impresión de cercanía y de afecto de
aquel hombre al que el mundo había juzgado como un hombre frío y distante. Después
de estas visitas muchos afirmaban las diferencias con su antecesor pues a Juan
Pablo se le “iba a ver” como una especie de rockstar cuyo carisma movía a las
multitudes, mientras que a Benedicto XVI “se le iba a escuchar” pues sus
palabras llevaban fe, esperanza y dirección a la iglesia que tanto lo
necesitaba.
El día de hoy renuncia, por
sentirse viejo y enfermo; por saber que el puesto de Vicario de Cristo necesita
muchas cosas, muchas habilidades y sobre todo mucha entereza y fuerza pues el
mundo en este momento no necesita un papa mártir al que el mundo vea sufrir
y entregar su vida en el ministerio, el mundo necesita hoy un vicario
fuerte y que pueda cumplir a cabalidad lo que de él se espera y necesita el
mundo y los millones de almas que en él habitan.
La mejor de las suertes al aún
papa Benedicto XVI, esperemos que el próximo Vicario de Cristo tenga las
cualidades, fuerza y entereza necesarias para llevar a cabo este ministerio tan
pesado y necesario para el mundo.
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