Por: Asmara Tovilla
Especialista en temas religiosos
La próxima elección del nuevo
pontífice se anuncia como una oportunidad para la Iglesia ante lo que es
todavía una noticia sorpresiva: la
renuncia del papa en funciones S.S. Benedicto XVI, así que el ritual que
usualmente secunda a la muerte de un pontífice comenzará esta vez después de
que el próximo 28 de febrero se haga efectiva la sede vacante.
De esta manera se comienza a
barajar los posibles nombres de los nuevos papables, se manejan estadísticas de
qué continente o qué país está representado con suficiencia en el colegio
cardenalicio, qué cardenales tienen las características esenciales para
ser electos; la política comienza a
jugar un papel importante, pues en esta elección se decidirá qué fracción de la iglesia va a poder ser
representada y qué tipo de Papa liderará la barca de Pedro.
Y así después de 8 años
nuevamente las miradas del mundo se dirigirán a la chimenea más famosa del mundo
y no por aquello de Santa Claus, sino la instalada en la Capilla Sixtina con
motivo del Cónclave.
El Cónclave, palabra que
significa “bajo llave” es actualmente el único proceso válido de elección del
nuevo Sumo Pontífice, pues hasta antes de la Constitución “Universi Dominici
Gregis” existían otras dos formas de
elección, el “compromiso” consistente en que un reducido número de cardenales
votaran por el sucesor papal en lugar del Colegio Cardenalicio en pleno; y otra
opción la “ quasi ex inspiratione” o mejor conocida como elección por
“aclamación” , ésta forma implica que
por “inspiración del Espíritu Santo”, los cardenales durante el cónclave
aclamaran “Eligo” y luego el nombre de un cardenal como forma de elección. El cónclave es quizás
uno de los procedimientos en la Iglesia institución que más cambios ha sufrido
a lo largo de los siglos y que más reglamentado está; pues debido a la historia de las elecciones
papales, la mayoría de los pontífices redactaron distintas constituciones para
la elección de su sucesor, en este caso, la constitución que actualmente
reglamenta éste cónclave es la promulgada por Juan Pablo II.
El caso de este cónclave será
único pues desde hace 600 años no había existido una renuncia papal, la última
fue la de Pedro de Morrone, que durante su breve pontificado utilizó el nombre
de Celestino V, cabe mencionarse que tanto el Código de Derecho Canónico como
la Constitución Apostólica “Universi Dominici Gregis” contemplan la posibilidad
de la sede vacante ya sea por muerte o por renuncia del Sumo Pontífice como es
el caso; así el próximo marzo en no menos de 15 días y no más de 20, se
convocará al próximo cónclave que elegirá al sucesor de Benedicto XVI.
Como parte de las acciones que
sucederán, al día 28 de febrero ya cumplido el plazo estipulado por el mismo
Benedicto XVI, al día primero de marzo, el camarlengo en funciones Tarsicio
Bertone tomará posesión del Palacio Apostólico, el Palacio de San Juan de
Letrán y el de Castelgandolfo, sellará las habitaciones papales y el estudio,
al tiempo que se destruirá el anillo del pescador, que constituye la única
posesión de Benedicto XVI como Sumo Pontífice; posteriormente los cardenales ya
convocados llegarán a la ciudad de Roma en donde se celebrará primero una
congregación general, en ésta se analiza el estado de la iglesia a nivel
mundial, de los acontecimientos que sacuden a mundo, de asuntos importantes de
la cristiandad en los que la Iglesia debe tener una voz, así los cardenales
reflexionan su voto y la idea de quién puede ser el mejor candidato a próximo
sucesor de San Pedro. Realizada esta congregación general inicia el cónclave,
que se inaugura una misa, en la que se pide para los cardenales la asistencia
del Espíritu Santo quienes elegirán al nuevo Papa; posteriormente los príncipes de la Iglesia son
literalmente encerrados “bajo llave” en la Capilla Sixtina, desde donde toda
comunicación con el exterior está prohibida, ya sea teléfono, carta, fax,
e-mail, etc. Así mismo durante todo este proceso están prohibidos los actos de
simonía, proselitismo, promesas de cargos, etc. pues se busca que el voto sea
por una decisión individual y que resida en la conciencia de los electores, no
un acuerdo político.
Al día están previstas cuatro
votaciones por día, en las cuales se busca que el nuevo pontífice sea electo
por al menos dos tercios de los votantes, esto quiere decir que el próximo
sucesor de San Pedro, deberá de contar con al menos 80 votos para ser
electo; así la votación inicia cuando
los cardenales escriben en una papeleta que
reza: “eligo in Summum Pontificem…” es decir elijo como Sumo Pontífice… y allí se escribe
el nombre de quien cada cardenal piensa es el idóneo para puesto del papa, cada
cardenal deposita su voto en una urna al tiempo que pronuncia la siguiente formula:
“ Pongo por testigo a Cristo Señor el cual me juzgará que doy mi voto a quien
en presencia de Dios creo que debe ser elegido”; las papeletas son entonces
leídas y contadas por tres cardenales escrutadores, en caso de no llegarse a un
consenso las papeletas son quemadas con paja húmeda, acto ceremonial que desde
tiempos inmemorables daba anuncio a la población de Roma que aún no había nuevo
pontífice, pues desde la plaza de San Pedro se puede observar la “fumata
negra”.
El camarlengo entonces anota el
resultado de la votación, y esta información es entregada a su tiempo al nuevo
pontífice, si después de 3 días no hay
acuerdo, se da a los cardenales un día para reflexionar su voto; después de
otras 7 votaciones o tres días más
nuevamente se da un día de reflexión, esto puede suceder dos veces más es decir
un total de 15 votaciones más, si aun así no hay consenso, el camarlengo habla
con los cardenales a quienes insta a reflexionar su voto y lograr un consenso.
Finalmente logrados los dos
tercios que se necesitan para elegir un nuevo papa, las papeletas utilizadas
para la elección son quemadas lo que resulta en una “fumata blanca”, esto
anuncia “urbi et orbi” es decir a la ciudad y al mundo que hay un nuevo sucesor
de San Pedro, y con esto acaba el periodo de Sede Vacante.
Así el próximo cónclave se
muestra por mínimo interesante por la composición del Colegio Cardenalicio y
por las circunstancias de la votación pues el hecho de que Benedicto XVI, haya
renunciado ha causado una gran sorpresa en toda la cristiandad, incluidos los
cardenales y obispos de todo el mundo, en quienes ya pesa ahora la
responsabilidad de elegir al nuevo líder de la cristiandad.
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