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26 de marzo de 2013

PSICOCIUDAD

Tienes un radar en la cabeza

Por: Daniel Eskibel
Especialista en Psicología Política
El cerebro humano es una portentosa maquinaria rastreadora de información.
Desde el principio de los tiempos ha operado como un radar que detecta todo lo nuevo que surge en el ambiente, operación de vital importancia para la adaptación humana a la realidad y para la sobrevivencia misma.
No recibe la información del entorno de un modo neutro y pasivo sino que sale a buscarla activamente.
Más que un receptor de mensajes, el cerebro es un buscador de información. En nuestro tiempo son tres los grandes ámbitos donde busca esa información. A saber:
  1. La realidad material, el entorno físico en el que vive y por el que transita el ser humano
  2. Los otros seres humanos con los cuales interactúa
  3. Los medios de comunicación
Estos tres ámbitos actúan como inmensos repositorios de información, una información que se mueve, que circula, que se transmite...y que mientras lo hace va sufriendo transformaciones, agregados, eliminaciones, cambios, depuraciones, amplificaciones y todo un conjunto de modificaciones.
La realidad material, las otras personas y los medios de comunicación, entonces, no son solamente repositorios de información sino que operan como filtros que dejan pasar algunas informaciones y otras no, y también operan como editores que reorganizan y resignifican el material informativo.
Del otro lado de esta triple pared, de esta triple capa de filtros editores de información, está el sistema político. Un sistema político que es un emisor perpetuo, incesante e incansable de información.
Ese sistema político está integrado por un abigarrado conjunto de elementos: partidos políticos de la más diversa orientación, dirigentes, militantes, estructuras comunicacionales, gobiernos locales, regionales y nacionales, legisladores, funcionarios y otras personas y organizaciones vinculadas directamente a la actividad política.
Esta composición implica en primer lugar que la masa informativa que produce es inmensa, dispersa y diversa. Y en segundo lugar implica que es una masa informativa llena de contradicciones y de informaciones que se niegan y se excluyen unas a otras.
Toda esta abigarrada producción informativa desemboca en los repositorios ya mencionados de la realidad material, las redes de interacción humana y los medios de comunicación.
Es sobre esa información, ya filtrada y editada, que el cerebro va a actuar como buscador, como radar, como detector.
Cuando creemos ingenuamente que una persona 'recibe' información política estamos olvidando que ese 'receptor' es activo y que su 'recepción' es el resultado de una tarea, de una acción.
Para recibir pone en juego sus sentidos, sus habilidades cognitivas y su motivación.
Inclusive la no recepción de los mensajes políticos es una conducta activa. En estos casos el individuo no se interesa, no atiende, no ve ni escucha.
Muchas veces ni siquiera se entera de los mensajes, y en otras muchas se entera pero se los saltea y los deja pasar sin darse por enterado.
En una palabra: el cerebro busca y elige la información que va a recibir.
Y descarta activamente la que no quiere recibir.

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