El político debe hablar un 80 % menos de lo que habla
Por: Daniel Eskibel
Especialista en Psicología Política
Psicología. Mente. Cerebro. Emociones. Comportamiento. Consciente. Inconsciente. Ideas. Mitos.
¿De qué habla en forma tan amena el Presidente con un Intendente opositor?
Habla de la región, habla de Brasil, habla de Argentina, habla de las relaciones económicas y políticas de Uruguay con ambos países, habla de varios líderes latinoamericanos...
Frente a ellos los periodistas, dispuestos a una rueda de prensa casi de rutina. Esperando.
Pero los micrófonos están abiertos. Y captan una parte de lo que dice el Presidente. Apenas una parte.
El fragmento captado por los micrófonos se transforma en noticia en buena parte del mundo. Y provoca un verdadero escándalo. Porque en ese fragmento Mujica califica a la Presidenta argentina Cristina Kirchner de 'vieja terca'. Y describe con ironía el reciente encuentro entre la mandataria y el Papa Francisco. Y además se refiere al fallecido ex Presidente argentino Néstor Kirchner como 'tuerto'.
El episodio es conocido. Las repercusiones también. Y las explicaciones pueden ser diversas: políticas, económicas, personales, psicológicas, comunicacionales...Todas ellas muy válidas y convergentes (ya sabemos que la realidad es compleja y multicausal).
Pero yo quiero centrarme en un ángulo del tema. Solo uno. Un ángulo que ayude a los políticos y sus asesores.
Por eso voy a centrarme en el Principio de Pareto.
Pareto y la regla del 80-20
El Principio de Pareto fue formulado inicialmente por Wilfredo Pareto (polémico economista, sociólogo y filósofo de fines del siglo 19 y principios del siglo 20).
Su punto de partida fue la observación de que en la sociedad tendían a formarse 2 grupos en cuanto a la posesión de diversos atributos. Un grupo formado por el 20 % de la sociedad ostentaba el 80 % de un atributo dado, mientras que el otro grupo formado por el 80 % de la sociedad solo presentaba el 20 % del mismo atributo.
Ahí nace la regla del 80-20 y comienza a aplicarse a diversas realidades.
Por ejemplo:
- El 20 % de tu trabajo es el que produce el 80 % de tus resultados
- El 20 % de tus clientes es el que genera el 80 % de tus ingresos
- El 20 % de tu tiempo es el que provoca el 80 % de tus logros
- El 20 % de las causas produce el 80 % de las consecuencias
- El 20 % de las personas que conoces te brindan el 80 % del apoyo emocional que necesitas
- El 20 % de los libros que lees te da el 80 % de los beneficios que la lectura te da
Claro que no son cifras exactas sino aproximaciones que marcan una tendencia y que puedes aplicar a los más diversos ámbitos.
80 % de lo que hablamos es descartable
Hablamos demasiado. Todos. Solo el 20 % de lo que decimos es mejor que el silencio. Y el 80 % restante o es irrelevante o es superficial o simplemente nos mete en problemas.
Ya sabes que somos dueños de nuestros silencios pero esclavos de nuestras palabras.
Todo ésto vale también para los políticos.
Muy especialmente para ellos.
¿Por qué?
Porque es muy fácil que el político se enamore de sus propias palabras. Es muy fácil que se autodeslumbre con su forma de hablar, con su estilo, con sus frases...
Y porque los políticos le dan a la palabra hablada un estatuto especial, una significación que la ubica en un lugar jerárquico.
Entonces tiende a hablar mucho.
Mucho.
Y donde dice 'mucho' debe decir 'demasiado'.
El político cree, en general, que si habla más convence más. Desconoce la regla del 80-20. Desconoce que con solo el 20 % de sus palabras es que logra el 80 % de su fuerza de persuasión. Y que entre el 80 % restante de sus palabras están aquellas que van a arruinarlo.
La política y la ecuación de las palabras
Se puede aprender mucho de episodios como el de Mujica y de principios como el de Pareto.
Por ejemplo algunos consejos simples y breves que valen para cualquier político:
- Nunca creas que las cámaras y los micrófonos están apagados.
- Tampoco creas que los políticos (y mucho menos los gobernantes) tienen conversaciones estrictamente privadas. Te pagan, entre otras cosas, para que tengas una vida distinta a la de los demás. Con mucha menos privacidad, claro que sí. Son las reglas de juego.
- No te engañes creyendo que lo que dices no va a trascender. Estamos en el siglo 21: hablas en un pequeño pueblito y tus palabras pueden llegar a ser conocidas por millones de personas en todo el mundo.
- No digas nada que no quieras ver mañana en las portadas de todos los periódicos.
- No digas todo lo que te viene a la cabeza y así como te viene. Eso no es franqueza ni frontalidad. Eso es falta de elaboración, falta de reflexión, falta de procesamiento de la información.
- Aprende a convivir con el mundo de palabras que brotan en tu interior. Tienes que cuidarlas, que medirlas, que reflexionarlas, que vivirlas dentro tuyo. No las expulses primitivamente, no las arrojes brutalmente hacia afuera.
- Habla menos. Mucho menos. Recorta el 80 % de tus palabras. Seguramente son inútiles e improductivas.
- Descubre el valor del silencio. Ese silencio que no te impide ni pensar ni sentir ni actuar. Ese silencio que puede ser cálido y productivo. Ese silencio que comunica.
- Habla mejor. Descubre el 20 % más valioso de tus palabras. Y cultiva con esmero ese 20 %.
Lo dice una canción de Silvio Rodríguez:
"No he estado en los mercados grandes de la palabra,
pero he dicho lo mío,
a tiempo y sonriente."
Lo tuyo, lo de cada uno, es ese 20 % que aporta valor. Ese 20 % de todas las palabras que pueden brotar en tu interior. No el 80 % brutal y primitivo que suele hacer daño y también dañarte. Sino ese 20 % pleno, verdadero, cultivado interiormente.
Tienes que decirlo a tiempo y sonriendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario