Por: Maricarmen García Elías
Cuando era niña y me regañaban o me sentía muy triste acostumbraba a ir al patio de la casa y ahí reunía a mis perros y les platicaba “mis problemas”, mis miedos, otras veces mis alegrías y en algunas ocasiones mis disyuntivas. Como era de suponerse nunca me contestaban pero no hacía falta, con sus miraditas redondas y profundas, sus lamidas, sus colitas serpenteando o su simple estado de paz me hacían saber que estaban conmigo y por arte de magia si estaba triste me ponía alegre y si ya estaba alegre me ponía más feliz por el sólo hecho de estar con ellos y saber que me escuchaban.
Conforme pasaron los años yo seguía compartiendo con ellos mis asuntos, mis problemas que para entonces sí lo eran de acuerdo a la etapa en que mi vida se encontrara. Sin embargo, cuando los reunía eran menos y cada vez menos. La manadita que recuerdo se componía de Daysi (criolla), Blaki (pastor alemán), peluso (criollo), rocky(criollo) y Luisito (criollo).
Daysi era la mamá de Peluso, Rocky y Luisito, Blaki era una perrita que por nuestra ignorancia en esos años, fue comprada de un criadero donde a decir por su comportamiento asustadizo tal vez fue maltratada. Blaki atacó de gravedad más de una vez a Daysi , posiblemente porque las dos eran hembras y no sabíamos cómo educarlas, yo era una niña que amaba a los animales pero desconocía muchas cosas que ahora sé. A pesar de esto siempre fueron muy unidos, bajo sus códigos claro. Todos fueron longevos (hasta 14 años vivieron algunos) y murieron por enfermedades propias de la edad.
A mitad de los años de vida de la manada original, ya en mi adolescencia, se fueron incorporando perritos rescatados; Mona, una perrita que estaba en una comunidad rural donde su mamá y sus hermanos comían cuando su dueño se acordaba, aún bebecita la encontré esquelética amarrada con una gruesa cadena atada en su cuello en medio de un patio lodoso, embarrada de sus heces y orina, a la intemperie sin nada que los protegiera de la lluvia o el calor.
También se sumó Nena, el primer animal callejero que adopté. Una perrita tan desnutrida que deambulaba afuera de la universidad donde estudié por obra y gracia de Dios, pues su cuerpo estaba tan desnutrido que cuando se quedaba parada se tambaleaba y los pocos dientes que tenía los tenía salidos por la anemia y el desgaste físico, sin contar la infección de piel aguda y heridas en su cadera quizá porque fue atropellada alguna vez. Su recuperación llevó tiempo, pero lo logró y siempre mantuvimos una conexión especial.
Otro perro que llegó fue Gabriel, le puse así por el Arcángel Gabriel, asidua a coleccionar ángeles me sabía la vida de cada uno y este perro me lo recordaba, inspiraba respeto y poseía mucha fortaleza, un día llego y se apostó sobre la banqueta, con una gran herida en el hocico, largirucho y flaco se mantenía firme sin temor de las piedras o patadas que la gente le daba al pasar, no pude más que meterlo a la casa y cuidarlo mucho. Bastaron días para que Gabriel se convirtiera en un perro imponente, su pelo rubio largo era hermoso, brilloso y muy lleno de vida, su cuerpo tomó una gran musculatura y al verlo, nadie imaginaba que alguna vez hubiera tenido heridas, no había huella del maltrato.
Fue este perro uno de los más especiales en mi vida. Llegó cuando empezaba mi vida laboral y llena de miedo ante lo nuevo, como era mi costumbre, en momentos difíciles reunía al consejo canino y les platicaba todo; “hoy me pasó esto”, “mañana haré aquello”, “hoy fue un día excelente”, “¿qué hago?”, “voy a buscar algo mejor”, etc. Etc. Mi lista no acaba pero la paciencia de ellos para oír siempre a esta muchacha tampoco. Recuerdo entonces que Gabriel se paraba frente a mí retándome, yo lo abrazaba hundiendo mi cabeza en su pecho y lo que experimentaba era una paz total, como si el mundo se detuviera y las ideas de mi cabeza se ordenaran sabiamente entre aquella almohada de pelos suave.
Con el afán de poder rescatar a más perros de la calle, buscaba adoptantes responsables para los perros ya recuperados como Gabriel, además de que estaba advertida de que no podía conservarlo en casa por su gran tamaño, entonces Gabriel fue adoptado por un amigo y aunque fue un día muy triste para los dos, sabía que estaría bien cuidado y que su vida sería feliz y así fue.
Abrazar a los perros como cuando Gabriel me confortaba fue muy frecuente en esa época, recostaba mi cabeza sobre ellos y cerraba los ojos, me ponía en paz esperando la respuesta del universo para tal o cual asunto, no siempre llegaba una respuesta de forma inmediata pero la tranquilidad sí, pero sin darme cuenta con el paso del tiempo dejé de hacer esta actividad tan relajante.
Hasta que el lunes de esta semana un evento me puso de nuevo en esos momentos, tuve un sueño raro que al principio no entendí pero que después fue totalmente claro; me veía entrando a un lugar , de día, con áreas verdes enormes y de pronto…. ¡ahí estaba Mona! quien llegaba a recibirme , luego Blaki, Daysi, Rocky, Peluso, ¡Gabriel! Y muchos otros perros en sus mejores momentos sin rastros de edades avanzadas, sin rastros de maltrato, por el contrario lozanos y felices, todos ya fallecidos, en esta ocasión yo no les platicaba nada, solamente me dejaba querer y llevar por sus innumerables muestras de amor y nuevamente Gabriel se ponía ante mi retándome a que lo abrazara, yo lo hacía y me quedaba largos minutos prendida a su pecho, de pronto así como llegaron se fueron, no vi a dónde, solamente desaparecieron y no estaba en absoluto triste, me quedaba alegre de haberlos visto tan bien.
Desperté queriendo que el sueño fuera realidad y todo el día trataba de recordar los detalles. El mensaje fue un mensaje de amor muy claro, las últimas semanas han estado llenas de presión, ciclos que se cierran y ciclos que empezarán para mí y estos animales vinieron a decirme aquí estamos, te seguimos escuchando, todo irá bien, abandónate en la confianza. Tal y como sucedía en mi infancia. gaem80@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario