Punto y coma/ Yair Ademar Domínguez
El
2 de Octubre de 1968 es una fecha que no se olvida, donde con actos viles se
reveló la verdadera cara represora, frívola y cruel del gobierno. Una fecha que
sin duda es un parte aguas social en el País, y que nos da pauta a la
conciencia histórica.
Cuarenta
y ocho años ha pasado de aquel día negro, en el que Tlatelolco, La Plaza de las
Tres Culturas, se tiñó de rojo. Esa tarde la sangre de decenas de estudiantes
manchaba el aire, la libertad era quebrantada y las voces acalladas mediante el
uso descarado e injustificado de la fuerza pública.
Un
movimiento social, quizá el más relevante y trascendental de la segunda mitad
del Siglo XX en nuestro País, que sin razón derivó en una trágica masacre. Una
“confusión” disfrazada a cargo de Batallón Olimpia, que el gobierno ordenó por el
absurdo y cobarde miedo ante la llegada de los Juegos Olímpicos de los que se
eran sede, y la posible toma de la torre de Relaciones Exteriores por los
manifestantes, a un costado de Tlatelolco.
Sin
duda el 2 de octubre de 1968 es un acontecimiento histórico que marcó a México
como país, y a los mexicanos como pueblo, revelando así un legado y un
referente de lucha social. Pero no sólo en México, durante la peculiar década
de los sesentas se destaca un contexto mundial de lucha social: el Mayo Francés;
la Revolución Cubana con Ernesto Guevara contra la dictadura de Batista, quien
alentaba con sus mensajes a luchar; la Guerra de Vietnam y sus protestas contra
ella en Estados Unidos; el Movimiento por los Derechos Civiles que sufrió ese
mismo año el asesinato de dos líderes significativos: Martin Luther King y
Robert Kennedy; la consumación de la Primavera de Praga; España y sus movimientos
universitarios de oposición al franquismo; el Otoño Caliente en Italia; las
movilizaciones laborales de Gran Bretaña, entre otros.
Movimiento estudiantil
Díaz
Ordaz, quien asumiera la Presidencia de la República en 1964, postulado por el
Partido dominante desde su eclosión en 1928 (pasando por PNR y PRM), el
Revolucionario Institucional, metió la pata: Mucho antes de que se metiera al
horno un Movimiento Estudiantil, la levadura estaba espolvoreándose sobre el
sector salud. En el Hospital General 20 de Noviembre (ISSSTE) surge el
Movimiento Medico, que trajo consigo paros, huelgas, marchas, demandas de
servicios de salud, y una serie de amenazas que más tarde se haría realidad con
multitudinarios de despidos de los centros médicos de trabajo.
Más
tarde Díaz Ordaz mostró su endurecimiento como mandatario: la ocupación militar
en las Universidades, la destrucción con bazuca de la Puerta labrada en el
Siglo XVIII de la Prepa 1 en San Idelfonso; la toma del Casco de Santo Tomas
(uno de los campus del IPN); la
intimidación y amenaza a los líderes estudiantiles y miembros de la CNH
(Consejo Nacional de Huelga); y por último, pero en primer lugar, la muerte de
decenas y decenas de estudiantes, y ciudadanos, en Tlatelolco.
Un
Movimiento Estudiantil que se origina posterior a un partido de Americano, allá
por el 22 de Julio de 1968, mismo que termina en una gresca entre los
estudiantes de la Vocacional del IPN y la preparatoria Isaac Ochoterena
(perteneciente a la UNAM), interviniendo el cuerpo de granaderos para disolver
la turba, llevándose detenidos a varios estudiantes, acometiéndose dentro del
edificio de la propia vocacional.
Pronto
esto hechos citados desencadenaría una gama de protestas, comenzando por el
paro de labores de varias escuelas entre el 26 y 29 de Julio, y la entrada a la
par del ejército a varios planteles. Seguido por las marchas autorizadas el 29
del mismo mes, posterior a que el Rector de la UNAM, Javier Barros Sierra,
encabezará en Ciudad Universitaria y condenando públicamente los actos del
gobierno izara la bandera a media asta para luego marchar por la Av.
Insurgentes, enunciando la autonomía universitaria y la libertad de los presos
políticos.
Para
el 13 de Septiembre el movimiento daría una nueva batalla cívica que prevalecería,
la Marcha del Silencio: cerca de doscientos mil marcharon con pañuelos en la
boca, pisoteado toda la verborrea de la clase política, escuchándose en la
extensión del contingente sólo el ligero estrujo de los pasos.
El
CNH decidió organizar un mitin rápido y pequeño, escogiendo la Plaza de las
Tres Culturas, un lugar cerrado con escasos dos accesos. No querían presente a
todos los miembros del Consejo de Huelga más que los oradores, a causa del
miedo sembrado mediante la ocupación universitaria, pero todos estaban ahí. Vigilados
como cotidiano sucedía por el ejército, Tlatelolco parecía un hormiguero.
Después
de un par de bengalas disparadas desde un helicóptero que llevaba minutos
volando en círculos concéntricos, comenzaron los disparos….
Decenas
de muertos, aunque el gobierno en su discurso oficial admitió solo 20, y para
el para el ‘periodista’ Jacobo Zabludovsky fue un día soleado, la realidad era distinta.
Una realidad trágica e indignante, en que el ejército sin orden alguna penetró
la totalidad de los departamentos de los edificios aledaños, cateó y despojo,
tratando como delincuentes a la estudiantina.
Esfumados
los cuerpos en camiones de basura, al día siguiente en Tlatelolco solo quedaba
el olor de sangre que mancha el aire, que mojaba el aire y la memoria.
El legado
La
lucha por la justicia en México es un reflejo del ayer. Es sumergirnos en la
historia de nuestro país y darnos cuenta que como ayer, hoy se sigue esa causa
social.
Hoy
jóvenes estudiantes, normalistas, mujeres, defensores de derechos humanos,
ambientalistas y periodistas, son acallados, asesinados o desaparecidos por el
simple hecho de manifestar sus ideas y decir la verdad.
Este
movimiento, que en lo exclusivo nos deja un legado a la sociedad, marca el fin
de un estilo de gobernar, pero no el fin de un régimen, abre la puerta para levantar
la voz. Demuestra que la juventud es febril, es consciente, crítica y dispuesta
a luchar por sus derechos, por su libertad. Brinda la base de la organización
estudiantil, y de ahí parte que los jóvenes sean tomados como la levadura que
levanta a las masas.
Quien
imaginaría que se pudiese levantar la voz en contra del régimen autoritario que
en esos años gobernaba, y que paulatino está regresando. Que lo estudiantes y
ciudadanos salieran a inundar las calles para que sus demandas lograran ser
escuchadas, eso es en peculiar, una victoria de éste movimiento.
Lamentable,
sucesos similares se han venido repitiendo en nuestro país: un Acapulco 1967,
la masacre de los copreros; un Tlatelolco 1968; el halconazo del 10 de Junio de
1971; Aguas Blancas en 1995; y porque no mencionarlo, Acteal; Atenco, y los más
recientes, Tlatlaya y Ayotzianapa en 2014.
Hoy,
tenemos en el país la posibilidad de lograr trasformaciones importantes, evocando
la memoria histórica.

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