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14 de febrero de 2011

EL INFORTUNADO CASO CALDERÓN VS ARISTEGUI

Articulista Invitado
Héctor Yunes Landa

“Lo importante no es lo que en realidad es, sino lo que la gente cree que es”. Cien Años de Soledad. Gabriel García Márquez.
El despido de Carmen Aristegui de la empresa MVS es lamentable, una verdadera desgracia para México. No sólo porque representa un agravio a la libertad de expresión, que es el único contrapeso real y efectivo al ejercicio del poder; tampoco porque representa una dolorosa regresión a un pasado que nadie de buena fe quiere de vuelta.





Quizá lo más lamentable resulta del hecho de que el Presidente Calderón ha quedado en una situación muy comprometida frente a la sociedad mexicana a consecuencia de un asunto que si bien no es menor, podría haber pasado de largo, como tantos otros debates mediáticos que a la postre han devenido intrascendentes.

Argumentar que el Jefe de Estado no tuvo nada que ver, sería irrelevante, porque la opinión pública mayoritaria por conducto de las redes sociales e incluso en expresiones públicas de protesta, ha dejado muy claro que piensa lo contrario.

Con este affaire, el Presidente es ahora considerado como un tirano autócrata a quien expresar algo que le incomode es razón suficiente para vulnerar una función vital para nuestra aún incipiente democracia como es la libre comunicación.

Carmen Aristegui es, sin duda alguna, una de las periodistas más trascendentes de nuestro país; se ha destacado por ejercer el periodismo con valor, inteligencia y compromiso con México, sin importarle que por ello, haya sido despedida de varias empresas de comunicación.

Su nivel de análisis y capacidad para entrevistar la han colocado entre las comunicadoras de mayor nivel en Latinoamérica. Es, nadie puede negarlo, una periodista de nivel internacional, su colaboración en la cadena CNN, entre otras, es una buena prueba de ello. Pero no se trata de Carmen, ni de la salud de Calderón; se trata de la salud de la República, o sea, de “La Cosa Pública”.

Subsisten varias interrogantes: ¿Qué motivó realmente el despido de Aristegui? Denisse Dresser lo aborda de forma contundente en su carta abierta a Joaquín Vargas, propietario de MVS, a quien reconoce su trayectoria histórica como independiente, liberal y valiente para enfrentar incluso al poder cuando ha sido necesario, pero reprocha acremente su proceder.

Otra: Si Calderón tomó esta decisión, ¿No hubo alguien que le advirtiera que se curaba un dolor de cabeza con un disparo en la sien? ó ¿No tiene algún asesor prudente y con la confianza para alertarle de los riesgos de la toma de decisiones despóticas? Y en el supuesto de tenerlo, de plano ¿Ya no escucha ninguna opinión sensata?

Es dramática, por elemental, la grave omisión al no considerar el grado de afectación que cualquier asesor de mediano pelo habría advertido en esta errada decisión. La Presidencia de la República queda sin oportunidad de defenderse del señalamiento de proclividad al alcohol que le ha sido imputado desde hace tiempo y que no había hecho mayor mella en el ánimo ciudadano. A partir del despido, el señalamiento adquirió notoriedad, posicionamiento mediático inusitado y, puede concluirse, carta de autenticidad.

Carmen Aristegui queda como víctima del autoritarismo más retrógrada y fortalecida en su posicionamiento como la heroína del periodismo y de la democracia mexicana. Por ello, la Presidencia de la República pierde la partida antes de concluir la confrontación. Además, Calderón termina en dos años; Carmen seguirá.

No es tan grave que un político o un funcionario tenga afición por el alcohol, como el hecho de que no resista un señalamiento o una crítica y responda con intolerancia y autoritarismo.

El verdadero daño reside en el descrédito y el oprobio, así como en la incapacidad manifiesta del Jefe de Estado para manejar las crisis que se le presentan. Lo peor, es que esto barrunta lo que podría pasar en el futuro inmediato, si las cosas no le salen como desea nuestro Ejecutivo Nacional. Como dice Dresser, ojalá que no sucumba a sus peores demonios. Sensatez y cordura, por el bien de la nación.





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